UNA NUEVA LENGUA
Marco Ornelas
Cada uno crea de las astillas
que recibe la lengua a su manera.
Juan José Saer
Para Roland Barthes: “… la poesía es el lenguaje de
las transgresiones del lenguaje …”[1], luego, por esta condición, parafraseando al francés,
podría decir que la poesía siempre será innovadora; pero además de novedosa, creo,
que el poema, el verso mismo es también respiración.
Cuando uno avanza en la lectura de poemas, descubre
la afinación de cada autor, por llamarle de algún modo, así es que, cuando
leemos, percibimos la rapidez o la lentitud en el decir, aquello que los
retóricos han consensuado en llamar: ritmo. Sí, después de años de lecturas desarrollamos
el oído musical en relación con el texto. A todo esto, ¿qué se entiende por estilo
en la literatura? Para el
crítico literario John Middleton Murry, el estilo es la expresión de una manera
individual de sentir (El estilo literario).
De lo anterior, creo que la voz propia se encuentra: es hallazgo. Se le topa
escribiendo; tachando; pasando de una influencia a otra: rompiendo con los
autores admirados; escuchando nuestra respiración.
Sentenció, Huidobro, en Altazor:
Se debe escribir en una lengua que no sea
materna.
Se aprende a
utilizar la gramática, nunca a escribir. Reflexionando lo que se escribe es
como se va escribiendo.
Es en la búsqueda
consciente o inconsciente que se revela ese
algo literario; ahora, en estos momentos, ¿se puede seguir hablando de singularidad (literaria)
después de la muerte del autor? No
para el discurso de Barthes y Foucault. A ellos les interesaba observar cómo se
construía un texto (llámese, párrafo, frase o verso). Por ejemplo, para Foucault,
la creación del “autor” constituía un momento histórico específico donde
anteriormente a ello, había existido la literatura anónima (¿Qué es un autor?); está claro, para los franceses lo importante
era la estructura. ¿Cómo enfrentar esta línea de pensamiento, hoy, en la era del
ChatGPT, las réplicas y el plagio? Escribe, Han: «La negatividad de lo distinto
da forma y medida a una mismidad»[2]. Sabemos que el “yo” fue una invención de la
modernidad, pero también sabemos que fue su liberación. El romántico Schlegel,
a propósito de esto, escribió: «… cada hombre porta una visión poética propia,
personal, que nunca debe perder mientras él sea quien es, mientras algo
originario resida en él (Diálogo sobre la
poesía)». Actualmente, cuando la literatura tiende al entretenimiento y al
formulismo comercial, urge volver a plantear la pregunta: ¿qué significa la voz
propia? Tal vez, para ir más allá de la descripción sociológica que Pierre
Bourdieu, llamó: posición de clase, tengamos que acudir a las palabras sabias de
Flaubert: c´est une mani`ere de voir[3].
Edgar Moran, en su
libro, ¿Hacía el abismo? Globalización en
el siglo XXI, ha criticado la estandarización de la cultura, porque, según
su revisión, solo busca lo comercial en detrimento de la singularidad; imponiendo
modelos de consumo, más que formas emancipadoras de la existencia humana. Por
consiguiente, y de acuerdo, a este orden de ideas, el descubrimiento de la voz
propia siempre será una ruptura. Algo diferente de la herencia de clase y del
espíritu de nuestro tiempo.
Si Nietzsche, el
gran filósofo poeta, hubiera seguido su herencia de pastores protestantes, quizá,
ahora, nosotros, no pudiéramos disfrutar de ese gran legado que es su obra. El
autor del Crepúsculo de los ídolos es
el ejemplo por antonomasia, del buscador de voz propia. Filosofar a martillazos
es lo totalmente otro que la simple posición de clase; es una pugna contra lo heredado.
La singularidad literaria es un
recorrido hacía la autenticidad (dialéctica y dialógica) en la escritura: la otredad.
La búsqueda de la
voz propia es una pertenencia y también una escisión; reflexiona T. S. Eliot: «… la diferencia entre el
presente y el pasado es que el presente consciente es la conciencia del pasado
de una manera y a un grado tal en que la conciencia personal del pasado no
puede mostrarse (La tradición y el
talento individual)».
El recorrido hacía la
distinción es una forma para vincularse o desvincularse con la tradición; algo
más, que las modas de la juventud: reflexión.
La individuación literaria
es diferenciación y constitución: conflicto; integración de contrarios; lucha
con el ego donde solo tiene cabida lo incondicional por la escritura. Escribir
ante la derrota, la mejor forma de alcanzar la voz propia; escribiendo,
guardando y acumulando manuscritos como Pessoa.
Lo importante no es la firma del autor, por supuesto, sino la lengua que se crea; esa apropiación vital del discurso que tiene que ver con la elección. Con el momento histórico, con las propias fijaciones, con la respiración, con eso que han llamado la voluntad de estilo. Quizá el concepto justo: no sea voz propia, sino el instante en donde la escritura crea una nueva lengua. Hallazgo que sale del anonimato y se pone por encima de los clichés de la época.
Escribió Deleuze:
Lo que hace la literatura en la lengua
es más manifiesto: como dice Proust, traza en ella precisamente una especie de
lengua extranjera, que no es otra lengua, ni un habla regional recuperada, sino
un devenir-otro de la lengua, una disminución de esa lengua mayor, un delirio
que se impone, una línea mágica que escapa del sistema dominante (La literatura y la vida).