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martes, 30 de junio de 2009

ENSAYO SOBRE LA LUCIDEZ Y EL VOTO EN BLANCO


Quien vota, reina.
Víctor Hugo


En febrero de 2004, José Saramago impartió por segunda vez en México la Cátedra Alfonso Reyes, en el Tecnológico de Monterrey. Después de dicha participación el FCE y el ITESM, publicaron una coedición de dichas conferencias en octubre de 2006. El título del libro se llamó: El nombre y la cosa. En la segunda conferencia titulada El despertar de las democracias ciegas, el Nóbel portugués, pasó revista a dos novelas que tratan temas estrictamente políticos, la primera es 1984 de Orwell y la segunda Un mundo feliz de Huxley, dichas narraciones le sirvieron a Saramago para mencionarnos que él también ha seguido la veta de la literatura política en algunas de sus obras. Ejemplo de esto, son las novelas La Caverna primero y después el Ensayo sobre la lucidez.
En palabras del mismo autor, Ensayo sobre la lucidez (2004) trata de una ciudad desconocida en la que un 83 por ciento de los ciudadanos, por motivos inicialmente desconocidos, vota en blanco. Una manifestación donde los ciudadanos estuvieran diciendo:

“hemos venido aquí a votar años y años, siempre con la idea de que una opción política e ideológica manifestada en un papel mediante una pequeña cruz en un cuadro, decidiría algo sobre el país al que pertenecemos, del que somos ciudadanos. Pero nos damos cuenta de que el tiempo pasa, las generaciones se suceden y nada cambia. Y como nada cambia venimos aquí a decir que: o ustedes, quienes tienen el poder, se deciden a hacer algo, o votamos en blanco”.

Dicho libro ha sido objeto de fuertes críticas y ha estereotipado a José Saramago como un escritor panfletario que ha decrecido en el arte de la literatura, cada lector tendrá que juzgarlo por su cuenta. Lo que si es interesante discutir aquí -ahora en tiempos de elecciones-, es la reflexión del voto en blanco a la que alude el escritor en aquella ciudad desconocida.
Para los optimistas, el voto ejercido en la urna electoral garantiza el bienestar de la sociedad; dice el epígrafe del escritor francés al inicio de este escrito: Quien vota, reina. Sin duda la votación ciudadana legitima la democracia formal, pero y la democracia sustancial dónde queda. Los críticos acérrimos del voto en blanco plantean que anularlo no sirve para nada. Vayamos por partes. Digamos en primer lugar que anular el voto es una posibilidad que nos brinda la ley electoral. Elegir a un candidato con respecto a otro, es también otra de las posibilidades. Como ciudadanos, tenemos la obligación de votar libremente y elegir una de las posibilidades que nos ofrece la ley. Anular no es ilegal, sino que es un derecho. El derecho de elegir libremente dentro de las posibilidades existentes. El voto en blanco que plantea Saramago en su novela, es una protesta. Una acción política organizada de la mayoría de los ciudadanos inconformes. ¿Qué no sirve para nada? Acaso manifestar una inconformidad de manera organizada, pacifica y por la vía legal no es ejercer la democracia. La democracia es la voz del pueblo que se transforma en decisiones y se practica a través de las instituciones. El voto en blanco es la protesta de los ciudadanos de manera pacifica ejercida por estas instituciones electorales. Un acto político sui generis, cierto, pero sin duda un acto democrático. Que la sociedad civil de un país se organice para hacer una declaración de inconformidad por medio del ciberespacio -ya sea con correos electrónicos, videos en Youtube y blogs- y de los diferentes medios de comunicación es una nueva forma de la naciente política del siglo XXI.
Desaprobar algo que se hace mal, pedir la rendición de cuentas a nuestros gobernantes y rechazarlos por su bajo desempeño, no es acaso una acción política de la democracia.
Denise Dresser, politóloga mexicana, nos informa en un video de Internet llamado Reporte Índigo, Código Dresser: http://www.youtube.com/watch?v=cWZgM3_q70Q, que las últimas encuestas de la Secretaria de gobernación demuestran que sólo el 4 por ciento de la población mexicana cree en los partidos políticos, y otra minoría del 10 por ciento cree que los legisladores legislan a su favor. ¿Para qué votar por votar, sino nos sentimos representados por los candidatos que hemos elegido? ¿No es acaso mejor protestar silenciosamente por la vía legal del voto en blanco, cuestionando la democracia formal? Lo que los ciudadanos queremos es democracia sustancial, sentirnos representados. Desde luego que anular el voto encona a la clase política, pero ellos deben tener presente que algo andan haciendo muy mal, para que sólo tengan el 4 por ciento de credibilidad a nivel nacional.
Un solo voto en blanco no serviría para nada, lo interesante de esta acción es la movilización masiva, el ensayo de lucidez de los ciudadanos. La forma legal, pacífica y ordenada de hacerse oír a través del silencio de la anulación de la boleta. La democracia es la voz del pueblo que pide ser escuchada.
El abstencionismo es incumplir con la obligación de votar como ciudadanos, y además, una fuerte posibilidad de pasarle votos al partido dominante sino acudimos a las urnas. Elegir a un partido político menor que sabemos que no va obtener la victoria es solapar con nuestra elección el sueldo de más burocracia por la representación proporcional.
El Ensayo sobre la ludicez de José Saramago, podrá ser para los críticos literarios un panfleto, pero sin duda es una novela con una idea profunda, un libro que hace reflexionar, una mirada que nos muestra el escenario político analizado con agudeza.
Con debates, análisis de los errores, reflexiones, y conclusiones inesperadas se ha construido el avance de los pueblos. El Nóbel portugués no pretende otra cosa que hacernos pensar. Cuestionar las fallas de las democracias no para minarlas sino para hacerlas crecer.
La novela Ensayo sobre la lucidez, representa una exhortación a todos los ciudadanos de las democracias formales -gobernantes y gobernados-, y a la vez un cuestionamiento sobre ¿cómo podemos hacerle para que la democracia formal se transforme en democracia sustantiva?

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