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martes, 12 de mayo de 2009

¿Qué opina del proyecto de Google que busca digitalizar gradualmente todos los libros del planeta?, le preguntarón en entrevista a Robert Darnton...

(Rijkmuseum Biblioteca, Amsterdam)
Robert Darnton nació en los Estados Unidos en 1939. Inició su carrera como reportero policial de The Newark Star Ledger y de The New York Times, ha escrito artículos sobre la historia del libro y la ideología de la Revolución Francesa.
En el mes de mayo de 2009, la revista mexicana Letras libres publicó una entrevista que tomo de la revista francesa Books (no 1, diciembre 2008-enero 2009) con traducción de Una Pérez Ruiz. En ella se le pregunta a Darnton sobre el futuro del libro de papel y sobre el libro electrónico. Dentro de las nueve preguntas que le hacen en la entrevista hay dos que me llama la atención y son las siguientes:

1. ¿Qué opina del proyecto de Google que busca digitalizar gradualmente todos los libros del planeta?

Soy un firme creyente en la democratización del saber. La invención de la imprenta fue una etapa esencial en ese proceso, que luego siguió desarrollándose, a finales del siglo XIX, gracias a la utilización de la pasta de papel y las prensas con motores de vapor. La digitalización de los libros es una nueva etapa. Es una perspectiva emocionante. El buscador Google pondrá el conocimiento acumulado en los libros al alcance de todos o, al menos, de quienes dispongan de acceso a internet. Me parece además muy relevante para los investigadores. Al estar a la cabeza de la biblioteca universitaria más grande del mundo, apoyo la completa digitalización de todos los libros de temas de interés general y estoy de acuerdo con la iniciativa de poner en línea progresivamente, y de manera gratuita, todos los libros de nuestras colecciones cuyo contenido sea ya del dominio público. Harvard fue una de las primeras universidades en firmar, en 2006, un acuerdo en ese sentido con Google, y me alegro de ello. Es un paso tangible hacia la instauración de una república de las letras, y de una ciudadanía universal en el seno de esa república. Una idea que hace diez años se juzgaba como utópica comienza a tomar cuerpo.

2. ¿Cuáles son sus reservas ante la iniciativa de Google?

Bueno, me pongo en guardia contra los entusiasmos desbordados. Los admiradores de Google afirman que todos los libros estarán disponibles en línea. Y eso no es exacto. No es lo que podemos contemplar para Estados Unidos ni, a fortiori, para el resto del mundo. No es viable, concretamente, dado el enorme número de volúmenes dispersos por todas partes. Tampoco es viable desde el punto de vista jurídico. Los derechos de autor literarios, cuyas reglas son muchas veces arcaicas, son un gran obstáculo para la digitalización total. Así que hay límites cuantitativos. Y también cualitativos. Una obra del siglo XVIII, por ejemplo, suele contar con numerosas ediciones, algunas de ellas piratas. Cada edición representa un interés particular, por diversas razones. ¿Cuál de todas va a privilegiar Google? Que yo sepa, la empresa no cuenta con ningún bibliógrafo.

Hoy (12 de mayo de 2009) el periódico A.M., del Estado de Guanajuato publica una nota tomada de Dublín donde se escribe la siguiente nota:
El estudiante universitario local Shane Fitzgerald agregó una cita poética pero falsa a la enciclopedia en línea Wikipedia. Buscaba ver cómo los medios actuales, cada vez más globalizados y dependientes de internet, logran mantener su información precisa y confiable en la era de las noticias instantáneas.
Los resultados de su prueba: Wikipedia aprobó, el periodismo no.
El estudiante de sociología inventó una cita hecha a medida para los obituarios de la prensa y la agregó a la página de Wikipedia del compositor francés Maurice Jarre horas después de su muerte, el 28 de marzo.
La frase no tardó en propagarse por decenas de blogs estadounidenses y sitios web de periódicos en Gran Bretaña, Australia y la India. Todos usaron el material inventado a pesar de que los administradores de la enciclopedia gratuita en línea detectaron que no tenía fuentes y lo quitaron dos veces, dijo Fitzgerald.
Un mes entero pasó sin que nadie se diera cuenta del fraude editorial, así que Fitzgerald, de 22 años, les reveló a varias publicaciones que se habían tragado su invento por completo.
“Los resultados del experimento realmente me sorprendieron mucho”, dijo Fitzgerald el lunes, una semana después de que una de las víctimas de su engaño, el diario británico The Guardian, fue el primero en admitir que su redactor de obituarios había copiado material directamente de Wikipedia.
“Estoy convencido en un cien por ciento de que si yo no hubiera confesado, esa cita habría quedado en la historia como algo que dijo Maurice Jarre y no algo que yo inventé”, dijo. “Se hubiera convertido en otro ejemplo de cómo, una vez que algo es publicado por los medios varias veces sin que nadie lo ponga en duda, ese algo se convierte en un hecho”.
Hasta ahora, The Guardian es la única publicación que ha admitido su culpabilidad en forma pública.
Otros medios corrigieron o eliminaron sus obituarios de internet sin hacer referencias a la versión original. Unos pocos todavía siguen citando la prosa florida de Fitzgerald, semanas después de que el estudiante anunciara su origen verdadero.
“Uno podría decir que mi vida en sí misma ha sido una prolongada banda de sonido”, dice la frase falsa de Jarre. “La música fue mi vida, la música me dio la vida y la música es cómo seré recordado mucho después de dejar esta vida. Cuando muera, habrá un vals final sonando en mi cabeza que sólo yo podré escuchar”.
En internet:
Artículo de The Guardian sobre la controversia: http://tinyurl.com/djqd8w
Blog Soundtrack Geek sobre Jarre: http://tinyurl.com/d527zh
Wikipedia se critica a sí misma: http://en.wikipedia.org/wiki/Criticism_of_Wikipedia

Con respecto a estos hechos sólo cabe confirmar que nos hemos convertido en humanos desinformados por el exceso de información de las páginas web, que muchas de las veces no es fidedigno. Habría que cuestionarse más seriamente la responsabilidad de escribir y publicar textos en Internet, y sobre la desinformación que ésta misma genera.

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