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lunes, 17 de agosto de 2009

La belleza que salva. A mis hermanos...

Yo

Alex


Mariana



La no renuncia.
Se puede fallar en muchas cosas,
se puede ser débil en otras tantas;
pero lo único que es inaceptable,
es renunciar a uno mismo, a vivir
nuestra aventura de vida.
Si como dice Jodorowsky
(a quien tanto admiras hermano),
"el arte salva", que nos salve.
Marco Ornelas




A mi hermano y hermana, a quien amo profundamente y por
compartir mis dilemas enloquecidos (abajo les dejo un video de Jodorowsky):

A desprecio de algunos contemporáneos en el siglo veintiuno, creo en la obra artística como redención para el hombre. Creo en la Belleza que salva. El arte por el arte no me motiva. La creación artística suma algo más que habilidades y técnicas.
La obra de arte nos revela imagen de Dios, la creación del artista es la laguna diáfana donde se refleja el hombre creador. El arte nos desnuda en igualdad con el Artista supremo. El hombre en el instante creativo, en esos momentos de gracia, se enrola en Dios, se hace co-creador en él. “El poeta es un pequeño Dios”, profiere Vicente Huidobro, en su Arte poética.
Para la elaboración del arte, el creador transforma la realidad, no la copia, le da vida, espiritualiza el objeto artístico. Así, el sol emergiendo de las playas de Tulum, no es arte sino belleza. Todo arte implica el toque humano. Así como el Artista supremo da el ser, así la obra de arte, proyección del artista, se objetiviza. Hay que transformar, inventar, no copiar, pretender dar el ser. Ex nihilo sui et subiecti (“el que crea da el ser mismo, saca alguna cosa de la nada” y esto, en sentido estricto, es el modo de proceder exclusivo del Omnipotente, mientras que el hombre, es co-creador en él)[1]. Siguiendo esta línea de pensamiento, no se puede dejar a la elaboración artística en mero cosmético, ése sería el papel de la artesanía, el ornamento, pero no el de la obra maestra. El extranjero de Albert Camus, no es puro entretenimiento, el Guernica de Picasso, expresa más que cualquier cuadro que adorna una mesa de comedor; Black, de Pearl Jam, es mucho más que una tonada melancólica.
Creo en el arte, decía, como redención. En la obra artística el creador patenta su individualidad. Con el ser del arte revelamos nuestra persona única e irrepetible. Nos desprendemos de la masa para ser un Yo que se relaciona con un Tú, existir es coexistir, pero como personas, no como seres sin rostro. Los lienzos de Boticelli no se equiparan a los de Picasso. Así como el rock de Carlos Santana no se escucha igual a Fade to black de Metallica. El arte es expresión, y la expresión individualiza. En el arte hay técnica, seguro, pero hay también imaginación. Dice R. G. Collinwood: “el arte es la expresión imaginativa de la emoción”. Pienso en el arte como salvación, y rememoro algunos puñetazos de éste, que han sido nocauts en la integridad de mi ser, verbigracia: el drama teatral de Sartre, Huis Clos, y su frase “El infierno son los otros”. Algunos versos del poema de Verlaine Frente a Cristo::

“¡Oh Dios, de mi amor mi corazón heristeis,
y la herida, de amor está sangrando!
¡Oh Dios, de mi amor mi corazón heristeis!”.

Recuerdo también la obra Huapango de José Pablo Moncayo. Los versos de Piedra de sol de Octavio Paz que dicen: “(...) voy por tu cuerpo como por el mundo, / tu vientre es una plaza soleada (...)”. Una de mis canciones entrañables y que muy a menudo escucho: Alive de Pearl Jam. El arte en mi vida ha sido motivo para escudriñarme, para cambiar, para dar sentido a muchas cosas, para reflexionar. El arte con su belleza me ha salvado.
Fernando Botero, en entrevista con Silvia Lemus, asentía que si a los niños guerrilleros de Bogotá, les cambiaban el fusil por un violín, después, jamás se atreverían a matar a ningún hombre. En la intimidad del artista, con su creación, se va pariendo la belleza, y así deja de ser abstracción para plasmarse objetivamente; el creador es el primer contemplador de belleza, más que un rapto, como lo veía Kant, lo siento como una invitación a la consagración del instante, como lo entrevió Paz; en esa invitación al viaje de consagrar, el artista vislumbra un destello de eternidad. Bien lo intuyó Blake, al poetizar:

“Para ver el mundo en un grano de arena,
y el cielo en una flor silvestre,
abarca el infinito en la palma de tu mano y la eternidad en una hora.
Aquél que se liga a una alegría hace esfumar el fluir de la vida;
aquél quien besa la joya cuando ésta cruza su camino, vive en el amanecer
[de la eternidad”.



[1] S.S. Juan Pablo II, Carta a los artistas, “El artista, imagen de Dios Creador”, en http://www.multimedios.org/bec/etexts/artis13.htm.–

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