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jueves, 1 de octubre de 2009

La literatura como bluff



JOSÉ MARÍA GUELBENZU 26/09/2009

(Tomado de Babelia)


En 1950, Julien Gracq escribió un célebre panfleto sobre la vida literaria en Francia. Vida literaria en su sentido más amplio, escritores, editores, críticos y lectores. El panfleto se titulaba La littérature à l'estomac. Provocó tantos denuestos e irritación como adhesiones interesadas. Pero Gracq, que era un hombre dedicado a su escritura y a su trabajo como profesor (bajo su verdadero nombre: Louis Poirier), siguió llevando la misma vida privada, fuera de los focos de la fama, incluso cuando rechazó el Goncourt por su maravillosa novela El mar de las Sirtes (Galaxia Gutenberg, 1998). "El público de a pie, entrenado para ello sin darse cuenta, exige en nuestros días, como si de una prueba se tratara, esa transmutación extraña de lo cualitativo en lo cuantitativo que obliga al escritor de hoy a ser la representación, como suele decirse, de una superficie, a veces incluso antes de tener talento". ¿Quién no reconoce todavía esa figura creada por la industria, la crítica (¿) y el público? Pues hoy el escritor ha acabado yendo más lejos: es una marca, como lo es Armani o Calvin Klein. Gracq, refiriéndose a Francia (y con agudas observaciones sobre las características de la cultura francesa de posguerra, también hoy válidas), nos muestra los polvos que trajeron estos lodos. "Es tristemente cierto: gran parte, una parte grandísima, del público culto de hoy en día se mantiene 'al tanto' de los últimos avances de la literatura actual más o menos de la misma forma que se mantiene 'al tanto' de los avances de la ciencia atómica: ambas son cosas que están más allá de la aprehensión directa". ¿Será ésta la explicación de la penosa decadencia mimética de la narrativa francesa actual?

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