Edith Wharton en su ensayo El vicio de la lectura establece: “No hay vicios más difíciles de erradicar que aquellos que popularmente se consideran como virtudes”. Aquí uno de ellos: “El que presta un libro es un pendejo, pero el que lo regresa también”.
Es evidente que en esta máxima popular mexicana, la virtud o mejor dicho el vicio disfrazado de virtud consiste en no prestar libros, pero si se llegará a incurrir en el role de estos, el tonto sería quien lo devolviera.
Por lo anterior, lo que me propondré en la siguiente reflexión es echar por tierra ese dicho popular de los mexicanos, y acentuar que el role de libros es un pro al intercambio de conocimientos.
No es extraño que el préstamo de libros implique cierto recelo entre la sociedad mexicana. Y no es extraño si observamos las estadísticas que se tienen sobre la lectura promedio que realiza anualmente un mexicano (el mexicano promedio lee, según los últimos datos de la Encuesta nacional de lectura del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, entre 1.5 y 2 libros al año). ¿Para qué prestar un libro que no se leerá?
Es vergonzoso este dato si nos comparamos con los checos (cada ciudadano checo compra tres libros al mes como mínimo, y cada familia tiene su propia biblioteca) que según datos de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, a nivel mundial estos ocupan el segundo lugar de la escala de lectura, aventajados sólo por los neozelandeses.
Como podemos vislumbrar, mientras que en Checoslovaquia y Nueva Zelanda el hábito de la lectura es una cotidianidad más. En México se le trata de obliterar por donde quiera que gana auge. Al ciudadano mexicano no le basta con no leer, sino que quiere bloquear la lectura.
Pienso que por eso se crean máximas populares en contra de ella y de la circulación de libros. Es una realidad que en nuestro país, o mejor dicho en las provincias de nuestro territorio mexicano hay escasez de bibliotecas públicas nutridas. Sucede la mayoría de las veces que un buen lector se tiene que trasladar a otro lugar diferente de su ciudad para la adquisición de títulos y autores.
Las librerías municipales sólo poseen libros de texto y pocos clásicos ya leídos por un buen lector. Pero así también podríamos criticar la escasez de libros de poesía, filosofía, dramaturgia, ensayos literarios o bien de ciencias.
Es necesario que cambiemos de mentalidad con respecto a la lectura y la forma de actuar en relación con ella. Es por demás superfluo enumerar los beneficios que trae aparejada la lectura constante en la persona mentalidad abierta, conciencia crítica y autocrítica, perspectiva amplia y respeto al pensamiento ajeno, por mencionar sólo algunos.
Por lo que a mi respecta, considero como obligación, vivir cuestionando los moldes establecidos, medir el poderío de cada principio, acción o costumbre. Vivir despierto es liberarse de las pesadillas que se realizan por herencia o tradición. Los ojos penetrantes permiten desenmascarar al vicio disfrazado de virtud.
El préstamo de libros, antes de degenerarse constituía una virtud. Por ejemplo, en la tradiciones antiguas, mucho antes de la invención de la imprenta, los conocimientos se trasmitían oralmente y como obligación máxime.
Por lo tanto no es posible ni benigno para la sociedad mexicana, el que existan máximas donde se impide prestar los libros y más, personas que sigan esas recomendaciones. Es inaceptable que existan personas que no permitan otros acercarse a sus bibliotecas para realizar una investigación, o prestar libros para la divulgación del conocimiento. No podemos regresar a las épocas donde se vedaba el conocimiento, o ¿cómo se le puede llamar a este acto de egoísmo?
El conocimiento no es, o no debe ser para un particular. No debería de haber bibliotecas particulares, y las que hay debieran permitir a la colectividad su uso. Nuestro municipio, Estado o país, se beneficiaría por esta aportación particular.
Además con lo costoso de los libros en este momento histórico, el rol de estos sería una buena opción.
Por supuesto que el préstamo implica responsabilidad, cuidado del libro y la acción altamente moral de regresarlo.
Sería interesante que se crearan bibliotecas particulares en cada municipio, donde se pudiera acceder al conocimiento y por supuesto al préstamo de libros. Es más, toda biblioteca particular de escuela, empresa o institución debería permitir el paso.
Por lo demás, el role de libros antes de ser una estupidez es un pro al intercambio de conocimientos.
Es evidente que en esta máxima popular mexicana, la virtud o mejor dicho el vicio disfrazado de virtud consiste en no prestar libros, pero si se llegará a incurrir en el role de estos, el tonto sería quien lo devolviera.
Por lo anterior, lo que me propondré en la siguiente reflexión es echar por tierra ese dicho popular de los mexicanos, y acentuar que el role de libros es un pro al intercambio de conocimientos.
No es extraño que el préstamo de libros implique cierto recelo entre la sociedad mexicana. Y no es extraño si observamos las estadísticas que se tienen sobre la lectura promedio que realiza anualmente un mexicano (el mexicano promedio lee, según los últimos datos de la Encuesta nacional de lectura del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, entre 1.5 y 2 libros al año). ¿Para qué prestar un libro que no se leerá?
Es vergonzoso este dato si nos comparamos con los checos (cada ciudadano checo compra tres libros al mes como mínimo, y cada familia tiene su propia biblioteca) que según datos de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, a nivel mundial estos ocupan el segundo lugar de la escala de lectura, aventajados sólo por los neozelandeses.
Como podemos vislumbrar, mientras que en Checoslovaquia y Nueva Zelanda el hábito de la lectura es una cotidianidad más. En México se le trata de obliterar por donde quiera que gana auge. Al ciudadano mexicano no le basta con no leer, sino que quiere bloquear la lectura.
Pienso que por eso se crean máximas populares en contra de ella y de la circulación de libros. Es una realidad que en nuestro país, o mejor dicho en las provincias de nuestro territorio mexicano hay escasez de bibliotecas públicas nutridas. Sucede la mayoría de las veces que un buen lector se tiene que trasladar a otro lugar diferente de su ciudad para la adquisición de títulos y autores.
Las librerías municipales sólo poseen libros de texto y pocos clásicos ya leídos por un buen lector. Pero así también podríamos criticar la escasez de libros de poesía, filosofía, dramaturgia, ensayos literarios o bien de ciencias.
Es necesario que cambiemos de mentalidad con respecto a la lectura y la forma de actuar en relación con ella. Es por demás superfluo enumerar los beneficios que trae aparejada la lectura constante en la persona mentalidad abierta, conciencia crítica y autocrítica, perspectiva amplia y respeto al pensamiento ajeno, por mencionar sólo algunos.
Por lo que a mi respecta, considero como obligación, vivir cuestionando los moldes establecidos, medir el poderío de cada principio, acción o costumbre. Vivir despierto es liberarse de las pesadillas que se realizan por herencia o tradición. Los ojos penetrantes permiten desenmascarar al vicio disfrazado de virtud.
El préstamo de libros, antes de degenerarse constituía una virtud. Por ejemplo, en la tradiciones antiguas, mucho antes de la invención de la imprenta, los conocimientos se trasmitían oralmente y como obligación máxime.
Por lo tanto no es posible ni benigno para la sociedad mexicana, el que existan máximas donde se impide prestar los libros y más, personas que sigan esas recomendaciones. Es inaceptable que existan personas que no permitan otros acercarse a sus bibliotecas para realizar una investigación, o prestar libros para la divulgación del conocimiento. No podemos regresar a las épocas donde se vedaba el conocimiento, o ¿cómo se le puede llamar a este acto de egoísmo?
El conocimiento no es, o no debe ser para un particular. No debería de haber bibliotecas particulares, y las que hay debieran permitir a la colectividad su uso. Nuestro municipio, Estado o país, se beneficiaría por esta aportación particular.
Además con lo costoso de los libros en este momento histórico, el rol de estos sería una buena opción.
Por supuesto que el préstamo implica responsabilidad, cuidado del libro y la acción altamente moral de regresarlo.
Sería interesante que se crearan bibliotecas particulares en cada municipio, donde se pudiera acceder al conocimiento y por supuesto al préstamo de libros. Es más, toda biblioteca particular de escuela, empresa o institución debería permitir el paso.
Por lo demás, el role de libros antes de ser una estupidez es un pro al intercambio de conocimientos.
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ResponderEliminarGracias por la información PONS Idiomas. Te lo agradezco de verdad.
ResponderEliminar¡De nada!
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