Hasta el Dios encarnado padeció la angustia brutal de la
condición humana. “Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?”, profirió
el nazareno. Fragilidad y finitud es el paisaje extenso que contempla la
mirada humana en su horizonte. Nada dentro del límite humano es eterno y
permanente; todo es construir y reconstruir.
El abandono es el sentimiento por
antonomasia humano: la angustia diría Kierkegard, el
Dasein,
completaría más tarde Heidegger. El hombre desde que nace se vislumbra arrojado
en medio del caos, por eso elabora: instituciones, lenguaje, religiones y
filosofa. Construir y reconstruir es la función máxime del hombre en este mundo
caótico. Armador de rompecabezas es el hombre.
La experiencia humana se dibuja en
borrador; mi vida misma se fundamenta en errores, en contradicciones y
en regresos, pero también en superaciones. La circunstancia y la elección
constituyen la perplejidad quemante de lo humano.
Nunca habrá un mejor camino o peor
camino, sólo habrá el que se halla
elegido, y todo lo que pudo haber sido se arrojará en el mundo del limbo
llamado: especulación. Las especulaciones son espejismos filosos que nos
apuñalan la mente, pero son solo eso, espejismos, castillos en el aire. Partir de lo concreto es hacer discurso
existencial, existo antes de elaborarme.
Lo único verdadero es que existimos y nuestra existencia
acontece en el mundo. Quizá filosofar es aprehender a vivir humanamente en este
mundo. Ni demonios ni ángeles, sino hombres y mujeres complejos,
contradictorios y también algunas veces grandiosos; existentes y coexistentes.
Quizá filosofar también sea aprehender a vivir en este mundo de incertidumbres,
en este mundo que acontece, en este mundo donde todo cambia, en
este mundo donde he visto que hasta el amor llega a su fin. La vida del hombre no se
sustenta en certidumbres sino en apuestas: perder o ganar.
La vida del hombre es un estar muriendo
diariamente, cada amanecer es uno menos en nuestra vida, nuestros amaneceres
están contados. Todo humano alguna vez ha experimentado su condición en su
extrema crudeza; unos, en la muerte de un ser amado, otros, en las ilusiones
disueltas, muchos más, en un amor profundo terminado en fracaso.
La revelación más desgarradora que ha
hecho la antropología al hombre es descubrirle su condición en toda su
desnudez.
El retrato humano que mejor se ha
pintado del hombre, es el del ángel mutilado de sus alas, es decir, un terrestre.
ese retrato que descubre nostálgicamente nuestra condición, la
condición humana.
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