Deconstrucción es un término utilizado por el filósofo postestructuralista francés
Jacques Derrida.
Se basa en el estudio del método
implícito en los análisis del pensador Martin Heidegger,
fundamentalmente en sus análisis etimológicos
de la historia
de la filosofía.
Seún nosotros consiste en mostrar cómo se ha construido un concepto
cualquiera a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas (de ahí
el nombre de deconstrucción), mostrando que lo claro y evidente dista de serlo,
puesto que los útiles de la conciencia en que lo verdadero en sí ha de darse, son
históricos, relativos y sometidos a las paradojas
de las figuras retóricas de la metáfora.
El concepto de
deconstrucción participa a la vez de la filosofía
y de la literatura
y ha estado muy en boga en especial en Estados Unidos. Si es verdad que el
término fue utilizado por Heidegger, es la obra de Derrida la que ha
sistematizado su uso y teorizado su práctica. El término deconstrucción es la
traducción que propone Derrida del término alemán “Destruktion”, que Heidegger emplea en su libro “Ser y tiempo”. Derrida estima esta
traducción como más pertinente que la traducción clásica de ‘destrucción’ en la
medida en que no se trata tanto, dentro de la deconstrucción de la metafísica,
de la reducción a la nada, como de mostrar cómo ella se ha abatido. En
Heidegger, la destruktion
conduce al concepto de tiempo;
ella debe velar por algunas etapas sucesivas la experiencia
del tiempo que ha sido recubierta por la metafísica
haciendo olvidar el sentido originario del ser como ser temporal. Las
tres etapas de esta deconstrucción se siguen en busca de la historia:
- la
doctrina
kantiana del esquematismo y el tiempo como etapa prealable de una problemática de
la temporalidad;
- el
fundamento ontológico del cogito
ergo sum de Descartes y la retoma de la ontología
medieval
dentro de la problemática de la res
cogitans;
- el
tratado de Aristóteles sobre el tiempo como discrimen
de la base fenoménica y de los límites de la ontología antigua.
Sin embargo, si Heidegger
anuncia esta deconstrucción en el fin de la introducción “Ser y tiempo”, esta parte —que debía
constituir, según el plan de 1927,
la segunda de la obra que no se redactó.
Derrida
traduce y recupera por cuenta propia la noción de deconstrucción; entiende que
la significación de un texto dado (ensayo, novela, artículo
de periódico) es el resultado de la diferencia entre las palabras empleadas, ya
que no la referencia a las cosas que ellas representan; se trata de una diferencia
activa, que trabaja en cada sentido de cada uno de los vocablos que ella opone,
de una manera análoga a la significación diferencial saussuriana
en lingüística. Para marcar el carácter activo de esta diferencia
(en lugar del carácter pasivo de la diferencia relativa a un juicio contingente
del sujeto)
Derrida sugiere el término de différance,
‘diferencia’ suerte de palabra baúl que combina diferencia y participio presente del verbo «diferir».
En otras palabras, las diferentes
significaciones de un texto pueden ser descubiertas descomponiendo la
estructura del lenguaje dentro del cual está redactado. La deconstrucción es un
método vivamente criticado, principalmente en Francia, donde está asociada a la
personalidad de Derrida. Su estilo,
a menudo opaco, vuelve oscura la lectura de sus textos. Sin embargo, la
deconstrucción ofrece una visión radicalmente nueva y de una gran fuerza sobre
la filosofía del siglo XX. La deconstrucción no
debe ser considerada como una teoría de crítica literaria ni mucho menos como una
filosofía. Es una estrategia, una nueva práctica de lectura, un archipiélago de
actitudes ante el texto. Investiga las condiciones de posibilidad de los
sistemas conceptuales de la filosofía pero no debe ser confundida con una
búsqueda de las condiciones trascendentales de la posibilidad del conocimiento.
La deconstrucción revisa y disuelve el canon en una negación absoluta de
significado pero no propone un modelo orgánico alternativo. Hasta ahora la
filosofía tradicional de Occidente (platónico-hegeliana) había
presupuesto siempre un escenario de racionalidad
sistemática, un dominio del habla sobre la escritura,
un mundo en última instancia en el que todo tiene sentido.
La
deconstrucción se rebela entre este abuso de la racionalidad de herencia
hegeliana, proponiendo precisamente lo contrario: la imposibilidad de que los
textos literarios tengan el menor sentido. La deconstrucción afirmará que la
envoltura retórica es todo lo que hay y que por ello la obra de arte literaria es
irreductible a una idea o un concepto. En ese sentido la deconstrucción va a
negar a la obra literaria el concepto de totalidad al afirmar que el texto no
puede ser aprehendido en su globalidad ya que la escritura
circula en un movimiento constante de remisión que convierte a la totalidad en
parte de una totalidad mayor que nunca está presente. De esta forma es
imposible enmarcar el texto, es decir crear un interior y un exterior. En
cuanto al sentido, a los ojos de la deconstrucción éste es interminablemente alegórico
y por lo tanto carece de univocidad y de obviedad. Ante la dictadura del canon
plantea la democracia de la polisemia, estableciendo que el acto de lectura genera
infinitas diseminaciones.
Frente a un texto será imposible determinar
una lectura como la buena. Las lecturas posibles serán así infinitas porque
jamás lectura alguna alcanzará el buen sentido.
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