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viernes, 12 de octubre de 2012

El aforismo y Lichtenberg




No hay ensayo más breve que un aforismo.
Gabriel Zaid

En gustos literarios cada lector tiene su ideal. La perfección estilística se ha logrado con obras monumentales como con obras breves. Hay quienes prefieren las descripciones cuidadosas de Marcel Proust, o la brevedad del mexicano Juan José Arreola.
En literatura pueden existir árboles frondosos como La guerra y la Paz de Tolstoi, así como también bonsáis como El llano en llamas de Juan Rulfo.
            La brevedad en la literatura es una de sus cualidades máximas. Lograr la perfección de la página es una de las características que han buscado los literatos de todas las épocas. Pero ¿qué es el aforismo? Literatura o filosofía. La Real Academia de la Lengua Española (RAE) lo define como: Sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte. Del lat. aphorismus, y este del gr. φορισμός. Aun así, el aforismo aunque tiene descendencia de la reflexión su gen que predomina es el literario.
No basta con ser un pensamiento profundo, tiene que estar vestido con una forma bella. El aforismo es mitad filosofía, mitad literatura. Frases bellas que contienen reflexiones profundas. El aforismo no deviene de la verdad científica sino de la sabiduría que da la vida misma al hombre atento. El aforismo es el primo lejano del refrán. Mientras que el refrán puede ser burlón, el aforismo es irónico, mientras que el refrán es popular, el aforismo tiende a la alta cultura.
Quizá uno de los grandes iniciadores del aforismo ¾que no el mejor¾ halla sido el alemán George Christoph Lichtenberg. Lichtenberg como mejor se le conoce nació en 1742, en una aldea descalza de Alemania. Se intereso por las matemáticas y la física, y dedico sus horas muertas al estudio de la astronomía. Cuando visito Londres se familiarizo con Shakespeare y el sistema parlamentario. En 1755 sus colegas lo nombraron profesor de la Universidad de Gotinga. Mientras editaba y escribía el Almanaque de Gotinga, a la par iba llenando cuadernos donde consignaba reflexiones, ideas truncas y sueltas, frases de tamaño pequeño, que intentaban concentrar una gama dispersa de intereses.


Esos fragmentos literarios llamados aforismos salieron a la luz una vez que Lichtenberg falleció.
            Aquí una breve selección de los aforismo de George Christoph Lichtenberg que no fue hasta 1971 que se conoció su obra completa de todos sus cuadernos:

YA no se queman brujas, pero siempre es posible quemar una carta que dice alguna verdad incómoda.

PARA esa dama la virtud parece consis­tir en arrepentirse de los errores, más que en evitarlos.

LAS teorías de ciertos innovadores toda­vía no se oponen a la realidad, pero es de temer que llegará el día en que la rea­lidad se opondrá a ellas.

UN exceso de lectura provoca efectos malignos: desgasta el sentido de las palabras, de modo que los pensamientos expresados comienzan a volverse dudo­sos, como si la expresión le quedara a la idea como una prenda holgada.

SÓLO poseía una cosa viril, pero la de­cencia no le permitía mostrarla.

UN libro es una especie de espejo; cuando un mono se mira en él, no contempla la imagen de un apóstol.

DESPUÉS de sostener una Guerra de Treinta Años consigo mismo, al fin lo­gró concertar un armisticio. Pero el tiem­po estaba perdido.

UNA de las hermanas tomó los hábitos y la otra la bragueta.

ERRAR es humano en todos los sentidos: los animales casi nunca se equivocan, salvo los más inteligentes de ellos.

SE dice que cada vez que escribe una de sus críticas tiene las más fuertes erecciones.

EL pensamiento lo había penetrado y trabajaba sin cesar su conciencia co­mo un reloj letal: no se hacía notar de día, en medio de la agitación de los ne­gocios y de la vida cotidiana, pero en el silencio de la noche, toda su alma lo es­cuchaba.

AL honorable público: aunque fuéra­mos lo que imaginas, tu manera de comportarte sería excesivamente ofensi­va. Y aunque tú fueras lo que debieras ser, nuestra estima por ti sería excesiva­mente grande. Qué desequilibrios.



EL sabio auténtico y sano es el hombre para quien el hábito de la reflexión no se ha convertido en una enfermedad.

SE dice que los niños y los locos dicen la verdad. Es digno de destacar el he­cho de que todo hombre que posea cier­ta tendencia a la sátira tiene siempre algo de los dos.

EL perro es el animal más vigilante, pe­ro se pasa todo el día durmiendo.

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