En filosofía ―como en el
mundo de la discusión teórica― no existe a la fecha el Rimbaud del pensamiento.
La poesía puede jactarse como una de las disciplinas, que tuvo en sus arcas a
un gran artista pese a su juventud. Es cierto, sólo en algunos casos
excepcionales los jóvenes (y los no jóvenes) han tenido hallazgos con el
pensamiento; David Hume publicó su Tratado de la naturaleza humana a los
veintiocho años de edad, y Schelling, a los veinte, era ya Doctor en teología y
filosofía. Pero Kant, terminó de escribir su tríada filosófica hasta los
cincuenta y siete años de edad. Es evidente, el pensamiento madura con lentitud.
El joven poeta Rimbaud, sin embargo, a los veinte años de edad dejaba huérfana
a su literatura, y la inmortalidad la acogía como una de sus hijas predilectas.
La gestación de las ideas del hombre va a paso senil y doloroso. Es complicado
pensar y re-pensar. A Karl Marx, le llevó toda su vida esculpir su sistema, el Materialismo-Dialéctico.
Hay filósofos que se
quedaron deambulando en los senderos del pensamiento. Nietzsche por ejemplo,
nunca encontró el camino de regreso a la lucidez. A las ideas hay que sembrarlas,
regarlas y dejar que den fruto. El fruto maduro es el más degustable siempre. Entonces,
¿qué le queda al joven que intenta pensar por sí mismo (o lucubrar su discurso)?,
¿callarse acaso?
Recuerdo que hace no
mucho tiempo sostenía una discusión con otros escritores, y citaba a ciertos
filósofos, en eso, una autora, que participaba en aquel debate me inquirió
violentamente y ―dijo: “Tú siempre citas, ¿qué no tienes un pensamiento
propio?”. “¿Qué es un tener un pensamiento propio?” ―le respondí. En ese
momento ella no supo bien qué responder, y sólo contestó algo así como: “pensar
por sí mismo”. Después de aquella discusión, reflexioné sobre el problema «tan
grande» que para muchos implica que alguien cite. La conclusión a la que llegué
es esta: Pensamiento propio, ¿qué significa tener un pensamiento propio (o discurso)?,
¿quiénes son los hombres que han tenido un pensamiento propio (o han elaborado
su propio discurso?
Según el diccionario de
la RAE, “propio”, significa, que es sólo de una persona y de nadie más,
que es característico de alguien, que le pertenece únicamente a él. De lo
anterior puedo concluir, que el “pensamiento propio” es aquel que sólo le
pertenece a un pensador; que ese conjunto de ideas únicamente son de dicho
reflexionante; y que las influencias de ideas de otros pensadores, le han
servido para recrear de manera tal las suyas, que ya sólo le pertenecen a él. Y
¿quiénes son estos hombres? Por mencionar algunos ―que bien pueden ser ejemplo
de esto―: Heráclito y su devenir; Parménides
y el principio de identidad; Sócrates y su mayéutica; Platón y las ideas
innatas; Aristóteles y el hilemorfismo; San Agustín y la teoría de la
iluminación; Descartes y su inmanencia; Leibniz y la monadología; Kant y sus
críticas; Hegel y el absoluto; Comte y su positivismo; Husserl y la fenomenología; Bergson y su evolución
creadora; etc., etc., entre otros pocos pensadores verdaderamente con ideas
propias (o discurso). De ahí en más, todos los restantes hombres vivimos como
huéspedes de las ideas ajenas. Vivimos de las ideas generacionales y
culturales; vivimos de las ideas heredadas. Piénsenlo bien y concedan el
beneficio de la duda.
Samuel Ramos y Octavio
Paz se atrevieron a cuestionar si verdaderamente hay un pensamiento mexicano, y
si existe una filosofía auténtica mexicana.
¡Es pesado pensar, ah de la vida!
Es verdad, han existido y
existen en nuestro país grandes hombres de ideas, tenemos el caso de: Francisco Javier Clavijero, Justo Sierra,
Gabino Barreda, Antonio Caso, José Vasconcelos y Emilio Uranga, por
mencionar sólo algunos. Aunque tampoco podemos negar que todos ellos se
alimentaron fuertemente de las ideas occidentales, de los filósofos europeos.
En nuestro país, gran parte de la gente vive de las ideas heredadas del clero
español católico, y la otra pequeña minoría, vive también de la tradición
liberal heredada del viejo continente. Por ejemplo, hoy en día, las ideas de
los antiguos sabios orientales son un boom.
Por lo anterior, re-pregunto, ¿qué
le queda al pensador joven ―y al no tan joven―?, ¿callarse acaso?, ¿y si será inauténtico citar? Como he
tratado de mostrar, no se puede manejar a la ligera lo de tener un “pensamiento
propio”; porque son pocos quienes han elaborado un discurso auténtico.
Entonces ¿es inauténtico citar? Considero que no, que es mucho más inauténtico
no citar, por no saber la fuente (de
su dicho) y pretender
tener un “pensamiento propio”; y no percatarse de que todo el
bagaje de esas ideas han sido y son producto de la herencia, del momento
histórico, y de la endoculturación televisiva. Hay que decirlo, sólo pocos pensadores excepcionales han elaborado discurso. El pensador joven bien puede construir su conjunto idiomático,
con cimientos sólidos, apoyándose en los grandes hombres de ideas. Quizá lo que
le dará autenticidad al
pensador joven será la elección. Elegir por
ejemplo:
entre el idealismo kantiano o el
raciovitalismo; entre
la dialéctica hegeliana o el
existencialismo.
Con la elección dibujamos nuestro paisaje personal. Para elegir hay que
conocer, mirar hacia la montaña gigante de las posibilidades y decidir. El que
no conoce no puede refutar. La apuesta corona bellamente al ser. Y si del
grande mar de las ideas no ha emergido todavía el Rimbaud del pensamiento ¿qué
le queda al joven reflexionante? Estudiar y conocer los diferentes caminos del
pensar. Cimentar sus ideas en pensadores inmortales; elegir conscientemente un
camino del pensar y no ser producto de la endoculturación inauténtica.
¿Callarse y no pensar acaso? Nada de eso: ensayar, escribir y aclarar sus ideas sin ufunarse de
poseer un “pensamiento propio”.
[1] Parafraseo
a Francisco de Quevedo,
en versos del poema Cuán nada parece lo que se vivió: “Ah de la vida”...
¿Nadie me responde? / ¡Aquí de los antaños que he vivido! / La Fortuna mis
tiempos ha mordido; / las horas mi locura las esconde.