EL CANTO DE UN
GÁRRULO
(En donde la rapidez lleva
su penitencia)
Marco Ornelas
Los ríos hondos corren en
silencio,
los arroyos son ruidosos.
Proverbio hindú
Réplica al texto: Habla
con harapos en la garganta, de Francisco
Rangel.
Siempre es reconfortante que existan las voces críticas. Y
por supuesto, reconforta más ―por lo menos a mí, en lo particular―, cuando esas
voces son la reflexión crítica de un
libro; como se sabe, las estadísticas de lectura en el país son vergonzosas.
Los libros publicados lejos del centralismo literario (México, D.F.) pocas
veces se leen, y me atrevería a afirmar en tono tragicómico, que casi nunca se
discuten o critican. La crítica literaria en provincia es nula: sus autores son
inexistentes. Que exista alguien que se atreva a cuestionar tanto la política
cultural de la ciudad (como del Estado de Guanajuato), como los libros que se
publican dentro de ella, siempre será estimulante.
Veamos, Francisco
Rangel (Celaya, Gto., 1975) es esa voz crítica, o por lo menos, de un
tiempo para acá, intenta serlo. Ha levantado la voz afirmando haber encontrado
a los “mejores y más grandes” escritores ―poetas y narradores― de su generación
(¡Ah!, eso sí, para comulgar con su doctrina es necesario ser creyente del
evangelio san Pancho Rangel; sino,
les advierto, no funcionará. Rangel cree
que existen discursos y estéticas desde donde se puede pontificar. Está
convencido que sus gustos estéticos e ideológicos son los únicos que valen); ha
pedido la cabeza en charola, de tal, o cual funcionario público (cultural) municipal;
ha descuartizado también a poetisas incipientes por cursis y melodramáticas. En
fin, esto es lo que ha venido haciendo Rangel
en los últimos tiempos. Por lo que a mí atañe, me he divertido como loco leyendo
toda esa grandilocuencia, meteduras de pata y pifias. Ahora tocó el navajazo a
mí ―cabe destacar, por sí no lo sabían, que el “crítico” Rangel es experto en la esgrima de la navaja (Cfr. su semblanza)―, y como soy el aludido, ejerzo mi derecho de
réplica, y aclaro de pasada, algunos errorcitos en la crítica que hace de mi libro.
Empecemos. Resulta que en días pasados, para ser exacto, el
día 30 de septiembre de 2014, Francisco
Rangel, publicó en su blog: Hasta la
barda (Meras ideas o sueños desde donde veo el mundo), perteneciente a la
revista 012 (periodismo para el
círculo rojo), el siguiente texto: Habla
con harapos en la garganta (http://www.012.mx/nuevo-blog/entry/habla-con-harapos-en-la-garganta), en donde comenta y crítica un libro que publiqué hace
seis largos años. En el texto según él, intenta una relectura del libro, e interpela
y confronta sus ideas con mis ensayos, o por lo menos, eso es lo que dice que
realiza. ¡Genial! Las atenciones de lectura para las obras personales, creo,
siempre deben de agradecerse. Por tal motivo le agradezco a Rangel públicamente esta molestia. Pero,
como siempre hay “peros”, aprovecho la oportunidad para aclarar esos errorcitos
a los que me refería en líneas arriba.
Uno. Francisco Rangel,
mi libro no se intitula: El mito de
Prometeo, como erróneamente escribiste en la primera línea de tu texto (Hace algún tiempo leí El mito de Prometeo… ),
mi libro de hace seis años, que publiqué en edición de autor, en la colección Libros a cielo abierto, del sello, Azafrán y Cinabrio ―y del cual me
responsabilizo totalmente por sus errores― se llama: El mito de Proteo (Ensayos sobre la autenticidad http://www.argentinawarez.com/ebooks-gratis/1061773-el-mito-de-proteo-de-marco-ornelas.html);
haciendo referencia a otro personaje de la mitología griega, no te confundas. Francisco, aquí entre nos, y como simple
sugerencia para tus futuras críticas; cerciórate bien del libro del que vas
hablar, porque estás pifias te evidencian, y pasas por un crítico sin rigor y
negligente en el mejor de los casos, imaginemos como se te puede juzgar en el
peor. Pero bueno, allá tú. Prosigamos con las minúsculas aclaraciones que tengo
que hacerle a tus comentarios.
Dos. Francisco,
te preguntó: ¿Por qué y para qué revisar
un libro que se publicó hace seis años? ¿Por qué mejor no criticar mis más
recientes publicaciones? Por ejemplo: Variaciones
(y dispersiones) de la voz alcanzando el tono, donde coincidimos en
editorial (La Rana, gobierno del
Estado de Gto.). ¿Cuáles son tus móviles extraliterarios para exhumar un libro tan
antiguo? Siempre comentas que hay que estar al día, que hay que leer lo actual.
No entiendo por qué ahora te desdices.
Tres. En el primer y tercer párrafo de tu escrito, aseveras
que en el mencionado libro, expongo mi visión estética. Francisco Rangel, El mito de
Proteo, más que una postura estética, es una búsqueda axiológica sobre
temas referentes al enmascaramiento y la inautenticidad. En los veinte
lacónicos ensayos que conforman el libro, sólo tres aluden a la estética. El
subtítulo del libro ratifica lo que afirmo: Ensayos
sobre la autenticidad.
Cuatro. Aseguras sin dar pruebas de tus argumentos, que mi
visión es una postura apolínea del mundo y que está muy cercana a la filosofía
de Platón. ¿De dónde sacas esa conclusión?
Desdeñas de manera absoluta la línea directa al pensamiento personalista y existencialista
―que están inmersa en casi todos mis ensayos―, y preferentemente al existencialismo
de Gabriel Marcel. Si alguien me
preguntará cuáles fueron los autores y sus discursos en que me base para hacer
aquellas disertaciones del 2008; sin dudarlo le contestaría: Gabriel Marcel, Ortega y Gasset, Camus, Sartre y Heidegger. En ese orden.
Francisco, ¿Cuál libro leíste? Seguramente otro diferente a El mito de Proteo.
Cinco. Dices que dialogas con el libro, pero en las
palabras de tu escrito sólo se descubre negligencia y rapidez para juzgar.
Hablas desde tus prejuicios; opones desde quién sabe dónde, tú supuesta
superioridad; tus gustos estéticos y filosóficos; así como también a los autores
que te gusta leer. No confrontas sino opones desde el pedestal. Tu crítica es
un bumerang, se regresa. Algo muy parecido a esta refutación ―que ahora te
discuto― expuso Javier Munguía
(crítico literario), en su muro (el día 09 de octubre de 2014, https://www.facebook.com/javomunguia?fref=nf), al parafrasear a Juan
Domingo Argüelles en su libro: Leer
bajo su propio riesgo (Ediciones B,
2014) y escribir: «… si la lectura sólo nos sirve para afinar el desprecio y
los prejuicios ante lo que leen los otros, para censurar desde nuestra supuesta
atalaya de lectores solventes lo que disfrutan y aprovechan los otros, ¿para
qué carajos nos sirve la lectura». Francisco,
mi librito tiene veinte textos, ¿Por qué sólo te concentraste en tres? Acaso porque esos tres te servían para armar
tu espectáculo.
Seis. No es necesario ser un especialista en Julio Cortázar, para darse cuenta que
nunca perteneció al grupo Oulipo, y
que ni siquiera acudió a las reuniones cuando alguna vez se le invitó. No es
necesario tampoco recurrir a los estudiosos del autor de Rayuela, para saber que el cuento El perseguidor, representa la segunda etapa de su literatura. Y que
en esta etapa, Cortázar se acerca a
la filosofía existencialista. Puedes leer quizá, para informarte más sobre éste
tema ―y comprobarlo―, aparte de la Wikipedia
a la que tanto recurres, a tres especialistas que además figuraron como amigos
íntimos de Julio Cortázar: Saúl Yurkievich (Teoría del Túnel), Jaime Alazraki (Trabajos críticos anteriores
a Rayuela) y Saúl Sosnowski (Trabajos
críticos posteriores a Rayuela), y en los cuales me base para hacer mí
reflexión.
Siete. En los últimos párrafos de tu crítica dices: (…) todo el texto se ajusta a la
convencionalidad escolástica. Francisco,
en el octavo ensayo de mi libro, aludo a Gianni
Vattimo y su libro: Después de la
cristiandad, por un cristianismo no religioso. Como se puede comprobar, el
italiano y su discurso es todo menos un escolástico. Sólo hay que estar al día ―como
siempre exiges tú― para darse cuenta de que si existe alguien, que es una voz
crítica dentro del discurso institucional de los creyentes es Vattimo; como lo fue también Gabriel Marcel en su momento. Son ellos,
precisamente, los filósofos que sigo. Nada de ortodoxia escolástica, sino
replanteamiento riguroso de los postulados del caritas, y lo humano, en la contemporaneidad. Francisco, recuerda que dice el dicho popular: «quien tiene prisa
por orinar, siempre termina orinando fuera del bacín». La reflexión y la
rapidez no se llevan, por más que alegues que los medios electrónicos así lo
requieren hoy en día. La rapidez lleva su penitencia. Distingue la diferencia
entre lectura lenta y rigurosa, y la lectura rápida y banal; entre crítica y
critiquería. Ya no somos aquellos jóvenes
creadores, becados del hoy extinto programa Estímulos a los creadores, que existió en el Estado de Guanajuato.
Nuestras incipientes canas, nos obligan y exigen rigor para nuestros textos. Es
muy bueno o por lo menos así lo considero desde mi subjetividad, que inicies
con la crítica cultural y literaria en el Estado. Sólo da pruebas y argumentos de tus afirmaciones, no creo que te convenga seguir el camino de la nota roja.